
Marina Medina Poveda Las ausencias que me habitan

Mi novela
Las ausencias que me habitan

Los parques infantiles están en el matiz grisáceo de lo ordinario. Un gris cool de gama media. No hablo de vulgaridad. ¿O sí? Hablo de lugar común. De lugar donde la felicidad de los niños debe ser una constante por el mero hecho de estar rodeados por sus pares entre tubos de colores primarios y alboroto de risas. Las madres somos otra constante en esos parques infantiles. Las madres observantes, vigilantes, convencidas de que el sacrificio merecerá la pena. De que revertirá positivamente en el bienestar futuro de nuestros cachorros.
Las ausencias que me habitan (Milmadres, 2024) narra un fragmento en la vida de una mujer, Adriana. En unas pocas semanas, Adriana tendrá que aprender a vivir con una nueva ausencia: la de Jimena. «Es difícil intentar reconstruir algo sin prever la materia de que dispondrás. Sin saber si habrá una próxima tempestad ni qué quedará para rearmarse», piensa cuando el ginecólogo le comunica que el corazón de su hija ha parado de latir. Es entonces cuando comienza su viaje interior, una búsqueda de equilibrio y de razón en la que se entremezclan momentos de su historia y de la de su familia; en el que se conjugan pasado, presente y futuro desde una perspectiva cambiante en la que tengan cabida todas las madres y todos los hijos: los que nacen vivos, los que nacen muertos y los que nunca llegan a engendrarse.
Es difícil intentar reconstruir algo sin prever la materia de que dispondrás.
Adriana se enfrenta al miedo, a la culpa, a la pena y reflexiona sobre el porqué de muchas decisiones que vienen dadas por nacer mujer, sobre el peso de las convenciones sociales, sobre la maternidad y sobre los estrechos márgenes que quedan para ciertas decisiones esenciales de la vida.
Porque son muchas las cosas que las mujeres asumimos sin rechistar. Sin pensar. Y son muchas las cosas que callamos.
